Es mi firme convicción que hoy en día padecemos una crisis de liderazgo. La dificultad no es la falta de líderes, es que tenemos demasiados líderes del viejo modelo, un modelo piramidal en donde el poder está concentrado en la cima, mientras que la mayoría están en la base, cargan todo el peso de las decisiones tomadas por los líderes. Este sistema no se puede mejorar. Hay que cambiarlo por completo. No estamos hablando de buscar líderes menos malos sino de otro sistema, otra forma de liderazgo.
Afortunadamente, nuestros líderes actuales nos están ayudando a ver esta necesidad.
Son tan limitados en sus capacidades, tan débiles, arrogantes, aislados, confundidos y
corruptos, que es casi imposible respetarlos o sentir más que piedad por ellos. Estos líderes tradicionales son parecidos al motor de combustión interno, los rascacielos y la agricultura química. Forman parte de una cultura no sostenible y moribunda. Más vale darnos cuenta que así es la situación y empezar a revisar nuestro concepto del liderazgo.
Para iniciar la conversación de qué y cómo cambiar, me gustaría compartir cinco creencias equivocadas que he detectado al respeto del liderazgo:
1. Creemos que existe una cantidad limitada de líderes.
2. Creemos que los que no son líderes son seguidores.
3. Creemos que el líder es una persona, un individuo.
4. Creemos que el líder que comparte su poder, pierde.
5. Creemos que los líderes tienen que tomar las decisiones porque “la gente difícil” no
nos permite llegar a un acuerdo grupal.
En un momento vamos a examinar una por una estas creencias equivocadas pero primero permítanme unas observaciones generales.
Estas creencias son peligrosas, tóxicas, elitistas.
Están basadas en una mentalidad de escasez y miedo. Pertenecen al mundo de ganar
y perder. Son creencias necesarias para la conquista, para mantener el imperio, para fortalecer el patriarcado, para dominar pueblos y destruir ecosistemas. Producen un liderazgo que nos deja con los bosques talados, los océanos despojados de peces y llenos de plástico, las mujeres golpeadas, los hombres impotentes, los niños hambrientos, los jóvenes marginados, los indígenas condenados, los ancianos
desechados, y millones de personas alrededor del mundo desplazadas, exiliadas, emigradas, encarceladas, sin hogar, sin empleo, sin esperanza.
Algo se tiene que cambiar. Empecemos a ver estas creencias equivocadas:
Equivocación 1.
Existe una cantidad limitada de líderes Mi experiencia es que existe una cantidad infinita de gente capaz de pensar y actuar a favor del bien común. Lo que hay es una escasez de oportunidades para expresar su liderazgo.
Equivocación 2.
Quienes no son líderes, son seguidores
No nos sirve contar con seguidores, con gente que va atrás, dócil, pasiva, callada, obediente.
Lo que nos urge son participantes, actores permanentes en un proceso continuo de búsqueda de la sabiduría necesaria para resolver las dificultades que nos enfrentamos en cada aspecto de la vida, sea en el plano personal, familiar, vecinal, municipal, estatal, biorregional.
Equivocación 3.
El líder es una persona, un individuo El líder es una pieza dentro de un grupo, no
una persona. En un grupo participativo, hay muchos papeles, por ejemplo, el payaso, el
abogado del diablo, la fundadora, el recién llegado, la experta, el mediador, etcétera.
Los papeles son algo que se puede –y que se debe– cambiar. El líder no es un puesto permanente ni depende de una cierta personalidad.
Es una energía, una voz que ilumina la situación grupal y que sugiere soluciones. En un
grupo sano, el papel de líder no se estanca en una sola persona, sino siempre está circulando entre todos los participantes.
Equivocación 4.
El líder que comparte su poder, pierde Si estamos aferrados a la idea equivocada
que el líder es un individuo, es cierto que no le conviene compartir el poder, porque
podría perder el control, disminuir su prestigio y ser susceptible a la derrota. Pero si
pensamos que el grupo está lleno de líderes, nos conviene animar su participación para
fortalecer nuestra capacidad de tomar buenas decisiones, que quiere decir, decisiones
que todas pueden apoyar.
Equivocación 5.
Los líderes son necesarios para la toma de decisiones porque “la gente difícil” no
nos permite llegar a un acuerdo grupal
Los invito a considerar a esta “gente difícil” como gente que por alguna razón no estamos escuchando. Por eso se pone tan pesada, siempre insistiendo en algo que no consideramos importante. A veces no escuchamos porque estas personas no se expresan con claridad, a veces porque pertenecen a una minoría de bajo rango, a veces porque nos caen mal. Por cualquier motivo, nos cuesta trabajo tomar en serio su punto de vista. Y si no lo hacemos, porque no nos conviene, porque no tenemos tiempo, porque están obviamente ignorados, equivocadas y/o peligrosas, caemos en la trampa de la vieja forma del liderazgo.
Voy a intentar ilustrar este punto con dos preguntas.
La primera es: ¿hay alguien aquí que quiere que otra persona o grupo tome las decisiones más importantes en su vida sin consultarle?
Probablemente que no.
Segunda pregunta: ¿hay alguien aquí que opina que tenga la inteligencia adecuada para
tomar las decisiones importantes para los demás? ¿Qué sabe lo que otros necesitan, sin
consultarles? El viejo patrón del liderazgo nos enseña que sí sabemos. Los padres saben
lo que necesitan los hijos –y deciden por ellos– sin consultar. Los ricos saben lo que
necesitan los pobres –y deciden por ellos– sin consultar. Los maestros saben lo que necesitan los alumnos –y deciden por ellos– sin consultar.
Los jefes saben lo que deben hacer los trabajadores –y deciden por ellos– sin consultar.
Los Estados Unidos sabe qué necesitan las demás naciones –y decide por ellas– sin
consultar. Se capta la idea, ¿verdad? Es impresionante la facilidad con que adoptamos
los patrones irrespetuosos y represivos de la vieja forma del liderazgo cuando tenemos la oportunidad.
No podemos saber los valores, las creencias, las experiencias, los intereses de los
demás sin preguntarles y escucharles.
Preguntarles con sinceridad y escucharles con atención. Aun así es difícil superar nuestros prejuicios, reconocer los intereses propios y admitir nuestra ignorancia, pero si queremos una nueva forma de liderazgo, hay que intentar, empezando con nosotros mismos.
Para concluir, quisiera ofrecer tres herramientas para ayudarnos a instalar nuevos patrones de liderazgo, que tienen la finalidad de quitar el miedo y el aislamiento y restaurar la confianza y la solidaridad.
La primera es un mantra, una frase sagrada y mágica que podemos repetir constantemente y pegar en carteles en todas las paredes del mundo. La frase es la siguiente: ninguno de nosotros es más inteligente que todos nosotros.
La segunda es una pregunta subversiva:
¿y qué opinan los demás?
La tercera destreza es una frase radical que dice Tal vez tengas la razón. Poder decir tal vez tengas la razón es muy útil, sobre todo cuando hablas con alguien que obviamente está totalmente equivocado, tu pareja, por ejemplo, o tu hijo o el presidente Bush. Decir tal vez tengas la razón es un antídoto a la arrogancia y la certeza.
No concedes por completo, pero por lo menos dejas abierta la posibilidad de que hay algo válido y verdadero en lo que dice el otro, algo que tú todavía no captas. Abre la posibilidad al diálogo, al entendimiento mutuo y al reconocimiento de la remota posibilidad que seas tú el equivocado.
Espero que estén con nosotras, pero con estas tres frases: ¿Se suman a la revolución
hacia un liderazgo participativo?
Ninguno de nosotros es más inteligente que todos nosostros.
¿Qué opinan los demás?
¡Tal vez tengas la razón!
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